Fuente: lanacion

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Entre OS/2 y Linux

Por otro lado, varios lectores me han pedido una reseña del nuevo OpenOffice.org, el 3.0. Será un placer, aunque me haga sentir un poco viejo. Es que cuando miro para atrás y recuerdo la primera vez que supe y usé lo que hoy conocemos como OpenOffice.org (OpenOffice a secas, de ahora en más) tenía casi 15 años menos y bastante más pelo.

A principios de la década del 90, cuando salieron los primeros microprocesadores de 32 bits para PC, los 80386 de Intel, muchos nos planteamos si seguía teniendo sentido instalar un sistema operativo primitivo como el DOS en semejantes bestias informáticas. La verdad, a la distancia, ya no sólo no parecen bestias de ninguna clase, sino que resultarían demasiado lentos para cualquier programa actual. Pero en aquel momento eran lo máximo.

Como es usual, los sistemas operativos siguen al hardware, y en 1993 todavía quedaban dos largos años antes de que saliera Windows 95, que a fin de cuentas tampoco habría de ser del todo de 32 bits, pero que convertiría a Windows 3.1 en sólo un mal recuerdo.

Windows NT hubiera sido una buena opción, pero tenía que usar la computadora para muchas cosas y el NT, tatarabuelo de XP y Vista, era muy restrictivo en cuanto a controladores y aplicaciones.

Aunque ya existía Linux (el núcleo había nacido en 1991), no iba a conseguir una distribución en CD hasta 1995; Internet no había llegado al público común, y cuando lo hiciese sería a una velocidad desesperante: 1200 bits por segundo; hoy andamos en 3 a 5 millones de bits por segundo.

Así que estaba analizando qué iba a hacer con mi computadora cuando IBM me mandó una copia del OS/2 2.1. Me costó mucho instalarlo y nunca logré que anduviera el mouse, pero tuve una visión nueva y futurista de la hasta entonces demasiado básica computadora personal. En 1994 llegaría el OS/2 versión 3 Warp y la situación cambiaría por entero: lo instalé y lo usé para todo, incluidas las aplicaciones de DOS y Windows, que en esa época eran la norma.

Para esa época supe de la existencia del StarOffice, un paquete de oficina creado por StarDivision, compañía alemana fundada en 1984 por Marco Börries; era un software comercial mucho más económico que los costosos MS-Office y Wordperfect, pero además podías bajarte gratis las versiones preliminares del sitio del fabricante, hasta donde recuerdo.

En los siguientes dos años ocurrirían varias cosas. El WordPerfect, que había usado tanto, desaparecería del mapa, saldría Windows 95 y la palabra Linux empezaría a resonar en los márgenes de la informática. Sin embargo, seguiría usando durante bastante tiempo el OS/2 en una de mis computadoras. En 1996 llegaría la versión internacional del StarOffice para Warp. Pero nuevos cambios se avecinaban.

Como anticipé en su momento, muy en contra de la opinión generalizada, Windows 95 tuvo un éxito inmediato y en 1996 afianzaba la dominación del mercado por parte de Microsoft. Aunque el 95 no era un sistema de 32 bits puro, tenía todo para ganar la partida. Y se impuso.

El MS-Office iba por la versión 4 y desplazaba para siempre a sus competidores. A la vez, Internet llegaba prácticamente a todo el mundo civilizado y abría la posibilidad de que el experimento de un estudiante finlandés se transformara en una revolución cultural y comercial. El trabajo cooperativo a distancia no sólo daría origen a Linux, sino que el éxito de Linux validaría esa loca idea de regalar el código fuente y vender el soporte técnico. En 1996 conocí Linux y tan pronto lo domé y pude hacerlo andar sin que se encabritase, eché de menos algo: un buen procesador de textos con diccionario de sinónimos, guionado y autocorrección. En español, claro.

Los siguientes años serían una mezcla de Windows, Linux y la paulatina declinación del OS/2. Llegó Windows 98. El Office estaba en todas partes y excepto por el WordPerfect para Linux y el AbiWord, que acaba de salir, seguía ausente una alternativa gratis completa y en español para escribir, llevar planillas de cálculo y hacer presentaciones.

Pero en 1999 ocurrió algo que cambiaría todo eso: Sun Microsystems pagó 73,5 millones de dólares por el código del StarOffice. La inversión apuntaba a competir con el Office de Microsoft, con quien sostenía una guerra declarada, y ahorrarse costos en licencias por ese paquete. Porque lo cierto es que para fines del siglo XX las opciones de oficina se habían reducido prácticamente a una sola: el MS-Office. Nace OpenOffice

En manos de Sun, el StarOffice conservó su nombre y precio, unos 70 dólares. En 2000 la empresa abrió el código y nació así OpenOffice. Ocho años después, y gracias a una enorme cantidad de trabajo de la comunidad de programadores y colaboradores, y también de Sun, cuya marca sigue apareciendo en el logo de la suite, el paquete de oficina llega a la versión 3.0. Desde el primer vistazo que tuve del StarOffice han pasado más de 14 años. Como dije, el tiempo vuela.

La versión 3.0 es una joyita, y lo digo precisamente desde esa perspectiva de años. Muchos de los bordes filosos de las ediciones anteriores han sido pulidos. Por ejemplo, ahora, instalar diccionarios de guionado, corrección ortográfica y sinónimos es tan simple como poner una extensión. Si uno mira dentro de un diccionario con el nuevo formato (.oxt) descubre que es un .zip con una cantidad de archivos como los que antes había que instalar a mano o con el asistente ad hoc. Ahora se hace en un par de clics y además permite expandir el OpenOffice casi sin límite (http://extensions.services.openoffice.org). Por ejemplo, una de las extensiones interesantes que están disponibles es la que permite importar y editar PDF.

Gracias a Guillermo García ya contamos con el plugin con los diccionarios de la Argentina para ortografía y sinónimos ( http://extensions.services.openoffice.org/project/diccionario_es_AR ), basado en los de Eduardo Moreno (México) y Santiago Bosio (Argentina).

Hay un cambio general del aspecto en la 3.0, pero lo más importante es que carga más rápido que las ediciones anteriores, incluso sin usar el Inicio Rápido. Ahora en Writer se pueden ver varias páginas a la vez sin tener que ir a Vista previa y también he visto mejoras en la planilla de cálculo (Calc) y en los programas de presentaciones y dibujo (Impress y Draw).

Hay cosas por mejorar, por supuesto, como la administración de plantillas, que sigue dando mucho trabajo. Pero como digo siempre en estos casos, cuando se trata de código fuente abierto, no hay que quejarse, sino colaborar para mejorar aquello que todavía está verde. Además, carece por completo de lógica, sentido y justicia medir con la misma vara el software que cuesta cero que el que cuesta 500 dólares (ver Feedback).

Tras 14 años de ser testigo de la evolución de este paquete de oficina, nacido en 1984 para la Z80 (¡en serio!), la versión 3.0 de OpenOffice es un ejemplo de madurez. Hace mucho que ha reemplazado el MS-Office en mi trabajo cotidiano. Y por si no lo dije antes, es ciento por ciento gratis.